A los tres días de nacido recibió el Santo Bautismo en la Parroquia de San Francisco de su pueblo natal. Además de Raymundo se le puso el nombre de Fructuoso, como señalando ya su vida fecunda.
Su padre, Jacinto Jardón, era jornalero y trabajaba arduamente para sostener a su familia de catorce hijos. Su madre, Paula Herrera, era una mujer sin estudios. La laboriosidad y religiosidad de sus padres contribuyeron a su formación. Siendo todavía un chiquillo, Raymundo trabajó en un taller de rebozos para ayudar a su familia.
Con la ayuda del párroco de su pueblo ingresó al Colegio Pío Gregoriano de Tenancingo, destacándose por su aplicación y aprovechamiento.
Además del templo parroquial dedicado a San Francisco de Asís, la ciudad cuenta con templos y capillas muy significativas por sus dimensiones, arquitectura y afluencia de sus devotos, tales como El Calvario, la Basílica de San Clemente —dedicado a Nuestra Señora de los Dolores—, la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe y la capilla de Nuestro Señor en la Oración del Huerto, a cuyo costado se encuentra el terreno donde viviera la familia del Padre Jardón.
Existe un hermoso relato, escrito en 1907, por el señor cura don Juan Herrera y Cairo, acerca de la especial devoción que se tributa a la Santísima Virgen de los Dolores en toda la región de Tenancingo. El boletín «Alborada» que editaba mensualmente el grupo local de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana ACJM, en su número correspondiente a abril de 1921, nos ofrece el texto íntegro de tal documento, mismo que podemos extractar aquí, gracias a los trabajos de investigación realizados por don Heriberto Rosales
30 de Noviembre de 1911, en que se conoció el nombramiento de Monseñor Plancarte y Navarrete como IV Arzobispo de Monterrey, toda su grey morelense expresaba la pena natural de su cambio al nuevo puesto que el Papa ponía bajo su cuidado.
No fue ninguna sorpresa que desde el inicio de sus planes para su traslado a Monterrey, se incluyera también el traslado de su «familiar» Raymundo, que tan atinadamente le servía. En el Seminario de San José, y en el ánimo de todos sus moradores, estudiantes y profesores, aquello era como una doble pérdida; la de su amantísimo Pastor y la de un caritativo y bondadoso compañero. Los altos y secretos designios de Dios llevaban al norte del País a dos seres extraordinarios que iban a cumplir con disponibilidad cristiana la gran misión que la Iglesia ahora les encomendaba.
El 3 de mayo de 1912 toma posesión como IV Arzobispo de Linares-Monterrey el Excmo. Dr. y Mtro. Don Francisco Plancarte y Navarrete. El día 5 del mismo mes le impuso el sagrado palio en la Catedral regiomontana el Ilmo. Sr. Don Jesús María Echavarría, Obispo de Saltillo. Acompañando al nuevo prelado desde su anterior Diócesis de Cuernavaca, llegaron los seminaristas Raymundo Jardón y Joaquín Tapia a quienes el mismo Monseñor atendería en su prepa-ración final para ser ordenados sacerdotes.
Raymundo Jardón, seminarista y “familiar” de aquel ilustre pastor, encuentra a su llegada un Monterrey convulsionado política y militar-mente.